Para los científicos del siglo XIX, lo dispersos que los lémures estaban por el mundo era simplemente una maravilla.
Lemuria
Comenzó en 1860, con William Thomas Blandford, geólogo inglés, quien se percató de similitudes entre las rocas presentes en el sur de África y la India, prácticamente idénticas a pesar de unos 5000 km de distancia. Blandford entonces propuso que alguna vez hubo un “puente de tierra” entre estas dos regiones, un continente ahora perdido.
Poco después, el biólogo Ernst Heinrich Häckel, tomó la teoría de Blandford como una posible explicación a las especies de lémures similares entre sí que aparecían en Madagascar y en la India, y cuatro años después, en su artículo “Los Mamíferos de Madagascar”, Philip Lutley Sclater le daría un nombre a esta tierra antigua: Lemuria.
Los científicos de la época recibieron esta idea con los brazos abiertos, porque, cabe mencionar, mantendría válida la teoría de la evolución darwinista.

cuna de la humanidad
Alrededor de 1870, Ernst Häckel comenzó a publicar distintos trabajos en los que afirmaba que Lemuria no era cuna sólo de lémures, sino de los humanos, llamando a Lemuria “Paraíso.”
Esto motivaría una investigación de Helena Prova Blavatsky, que 15 años después de esta última publicación (para este entonces, la teoría de Lemuria comenzaba a perder popularidad ante la de las placas tectónicas) reviviría este pensamiento desvelando los secretos del libro de Dzyan, supuesto primer libro de la historia lleno de misticismo:
Pangea, gondwana y lemuria
Ahora todos sabemos de las placas tectónicas, su movimiento y que este es la causa de sismos, erupciones volcánicas, etc.
Lemuria y otras “tierras perdidas” serían parte de Gondwana, una de las primeras fracciones de Pangea (Pangea es el nombre del “supercontinente” que se dividió para formar los continentes y naciones como las conocemos ahora, hace unos 200 millones de años o más.)
Lugares perdidos
Hay una que otra cosa cierta o comprobada en el mito de Lemuria y/o Kumari Kandam, y además, tengo que admitir que las teorías sobre lugares perdidos u ocultos siempre son interesantes. También es entretenido buscar los argumentos probando o refutando estas ideas.
No sabía una sola cosa sobre Lemuria antes de esta investigación, aunque lo entretenido que resultó el tema es precisamente por lo que nunca me opongo a cosas nuevas.

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