«A tiempo y no» es un cuento breve escrito por la autora argentina Alejandra Pizarnik. Este relato, aunque se aleja del formato lírico que caracteriza su obra, conserva su estilo poético y oscuro.
El cuento aborda el tema de la muerte, la alienación y la sensación de vacío existencial. La narrativa gira en torno a una atmósfera opresiva que atrapa a la protagonista en una especie de limbo entre el deseo de conexión y una dolorosa soledad. Pizarnik te hace reflexionar sobre las realidades subjetivas y el paso del tiempo.
A tiempo y no
A Enrique Pezzoni
-No he visto aún a la reina loca -dijo la niña.
-Pues acompáñame, y ella te contará su historia -dijo la muerte.
Mientras se alejaban, la niña oyó que la muerte decía, dirigiéndose a un grupo de gente que esperaba: << hoy están perdonados porque estoy ocupada>>, cosa que la alegró, pues el saber que eran tantos los que iban a morir la ponía algo triste.
Al poco rato vieron, a lo lejos, a la reina loca que estaba sentada muy sola y triste sobre una roca.
-¿Qué le pasa? -preguntó la niña a la muerte.
-Todo es imaginación -replicó la muerte-, en realidad no tiene la menor tristeza.
-Pero sufre igual, entonces no hay ninguna diferencia -dijo la niña.
-Vamos -dijo la muerte.
Se acercaron, pues, a la reina loca, que las miró en silencio.
-Esta niña desea conocer tu historia -dijo la muerte.
-Yo también quisiera conocer mi historia si yo fuera ella y ella yo -dijo la reina loca. Y agregó-: Siéntense las dos y no digan una sola palabra hasta que haya terminado.
La muerte y la niña se sentaron y, durante unos minutos, nadie pronunció una sola palabra. La muñeca cerró los ojos.
-No veo cómo podrá terminar si no empieza -dijo la niña.
Se hizo un gran silencio.
-Una vez fui reina -empezó al fin la reina loca.
A estas palabras el silencio se volvió a unificar y se hizo denso como una caverna o cualquier otro abrigo de piedra: dentro, entre las paredes milenarias, la joven reina rodeada de unicornios sonríe a su espejo mágico. La niña sentía deseos de presentarse ante la narradora en harapos y decirle: <<Muchas gracias por su interesante historia, señora>>, pero algo le hacía suponer que la historia de la reina loca aún no estaba terminada y por lo tanto permaneció quieta y callada.
La reina loca suspiró profundamente. La muñeca abrió los ojos.
-<<Hijo mío, tráeme la preciosa sangre de tu hija, su cabeza y sus entrañas, sus fémures y sus brazos que te dije encerraras en la olla nueva y la taparas, enséñamelo, tengo deseos de mirar todo eso; hace tiempo te lo di, cuando ante mí gemiste, cuando ante mí estalló tu llanto>>- dijo la muerte.
-No le hagas caso -dijo la muerte-, está loca.
-¿Y cómo no va a estarlo si es la reina loca?- dijo la niña.
-Siempre divaga sobre lo que no tuvo. Lo que no tuvo la atraganta como un hueso- dijo la muerte.
Con ojos llenos de lágrimas prosiguió la reina loca:
-Niña, tú que no has tenido un reino, no puedes saber por qué voy bajo la lluvia con mi corona de papel dorado y la protejo…
-Para que no se moje -dijo la niña. Y empezó a contar: Una vez mi primo y yo… Pero se contuvo pues la muerte mordía con impaciencia un pétalo de la rosa que tenía en la boca.
-No, no puedo saber -dijo la niña.
-Pues cuenta tu historia de una vez y basta -dijo la muerte consultando su reloj que en ese momento se abrió e hizo aparecer a un pequeño caballero con una pistola en la mano que disparó seis tiros al aire: eran las seis en punto de la tarde y el crepúsculo no dejaba de revelarse algo siniestro, sobre todo por la fugaz aparición del caballerito del reloj y por la presencia de la muerte, aun si ésta jugaba con una rosa que lamía y mordía.
A lo lejos, cantaban acompañándose de aullidos y tambores. Alguien cantaba una canción en alabanza de las florecitas del campo, del cielito blanco y azul, del arroyuelo que mana agüita pura.
Pero otra voz cantaba otra cosa:
Et en bas, comme au bas de la pente amére,
Cruellement désespéré du coeur, s’ouvre le cercle des six croix, trés en bas comme encastré dans la terre mére, desencastré de léentreinte inmonde de la mére qui bave.
La reina loca suspiró.
-Me he acostado con mi madre. Me he acostado con mi padre. Me he acostado con mi hijo. Me he acostado con mi caballo -dijo.
Y agregó-: ¿Y qué?
La muerte escupió otro pétalo y bostezó.
-Qué interesante -dijo la niña con temor de que su muñeca hubiese escuchado. Pero la muñeca sonreía, aunque tal vez con demasiado candor.
-Podría contarte mi historia a partir de la e de ¿Y qué?, que fue la última frase que dije aunque ya no es más la última -dijo la reina loca-. Pero es inútil contarte mi historia desde el principio de nuestra conversación, porque yo era otra persona que no está más.
La muerte bostezó. La muñeca abrió los ojos.
-Qué vida! -dijo la muñeca, que aún no sabía hablar sin faltas de ortografía.
Todo el mundo sonrió y tomó el té sobre la roca, en el funesto crepúsculo, mientras aguardaban a Maldoror que había prometido venir con su nuevo perro. Entretanto, la muerte cerró los ojos, y tuvieron que reconocer que dormida quedaba hermosa.
1968
¡WOW!
La niña acompañó a la muerte para encontrar a la reina loca, quien se encontraba sola y triste en una roca. La niña preguntó por qué se sentía así, a lo que la muerte respondió que era sólo imaginación. La reina loca decidió contar su historia a la niña y a la muerte, con un momento de silencio antes de empezar.

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En su relato, la reina loca mencionó haber tenido varios encuentros inusuales con familiares y animales. La muerte interrumpió, calificándola de loca, mientras la niña mostraba curiosidad por su historia. Finalmente, la reina loca explicó que no podía contar su historia desde el principio ya que era una persona distinta en ese momento.
Todos compartieron té en la roca mientras esperaban a alguien llamado Maldoror con su perro. La muerte cerró los ojos y parecía hermosa al quedarse dormida. Mientras tanto, la muñeca sonreía mientras todos disfrutaban de ese momento en el crepúsculo.
¡Qué intenso!
El cuento «A tiempo y no» de Alejandra Pizarnik es una breve exploración de temas como el vacío existencial, la muerte y la búsqueda de sentido en medio de una vida marcada por la alienación y la soledad. La obra muestra la dificultad de encajar en una realidad ajena, en la que los intentos de conexión parecen imposibles o incluso dolorosos.
Es una reflexión sobre la naturaleza del tiempo y la inevitable relación entre vida y muerte, temas que, en su obra, representan tanto el deseo de trascendencia como el temor al vacío absoluto.

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